Veinticinco años de ser yo, de aguantarme,
de lidiar con mis pensamientos cada vez más fuertes
más decadentes o más optimistas.
Tantos o pocos años junto a mí,
de querer comerme al mundo y luego
aborrecerlo , llenarme y vomitarlo fastidiada;
amarlo y devolverle forma, pintándolo feliz
para de nuevo destrozarlo en un disgusto.
Todos estos años pensando el mundo
de una manera poética, dramática,
romántica, un tanto cómica.
Veinticinco años y parecen más,
porque solo mis abstracción sabe
cuánto he vivido.
Y me canso y me reanimo
en un vaivén de soledad.
Unos tantos años más
para saborear el amargo olor
y el dulce sabor de la nostalgia,
de la melancolía.
Unos tantos años más, quedan.