Me
gusta escribir porque así nadie tiene que abrir la boca para gritar lo que mis
letras gritan
–claro, a menos de que esto sea leído en voz alta-
La
escritura como la palabra aparentemente vacía, un silenciador, el silencio que
grita, como yo,
desde mis adentros.
Mis
palabras sobre el papel, pidiendo otra oportunidad para poder ser dichas,
porque no han sido dichas por mi voz, sino que ahora lo son por esta pluma y mi
mano que la empuña, deslizándola sobre la superficie de esta hoja a la cual
inyecto tinta como se inyectan las agujas tatuadoras sobre la piel en blanco.
Escribo
para conservar cierta energía en otras actividades.
Escribo
para no decírtelo todo en la cara como ráfaga de viento frío.
Escribo
para ver si te guardas al menos una imagen de lo que dije… y sin interrupciones
por lo que vas a decirme.
Escribo
porque me queda tiempo para pensar las cosas después de detestar tus ideas y
poder hacer
una tregua entre las mías.
Escribo
porque me recuerdas a muchas cosas y se me olvida decírtelo.
También
escribo porque de hablar tanto se me secaría la boca.
Escribo
aunque a veces se me pierden las palabras.
Escribo
para que me tengas en tus manos en algún momento y que se adhieran mis palabras
en tu pensamiento.
-¿Una imagen de mil palabras,
valdrá más que mil palabras?-
Escribo para recordarme que no soy
perfecta y para reírme de lo ridícula que suelo ser.
Escribo para que puedas ignorarme
cuando quieras, pero no en mi cara.
Escribo porque me hago de tiempos
que no existen.
Escribo para contar las veces que
he pensado en ti, aunque no las pongo todas.
Tal vez soy tan masoquista que
escribo cada vez que siento una derrota y me gusta recordarlas.
Laura Portillo Santana.
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