martes, 17 de junio de 2014

Perplejidad

Parece que tienes la respuesta para todo, y odio verme desde fuera con cara de perplejidad mientras tus ojos me miran esperando a que dé mi comentario. Odio no tenerlo claro y sentirme en aprietos de contestar algo tan sencillo; que me intimides más que 200 personas como público escuchando mis poemas más cursis o aplaudiendo por mi baile o actuación menos agraciada. Odio a veces que ni la estupidez me salve.

Estoy llena de notas para recordar y solo las veo gritar: Tú haz esto; ¿a qué le tienes miedo?; si no hay seguridad de algo, entonces se inventa; materias y ajustes de fechas. 
A veces se presenta el manifiesto de claridad que cae como gotero sobre mi cabeza, humedeciendo la corteza, y tan pronto como llega, se convierte en perplejidad: ¿qué argumento tengo yo? ¿cuál es mi personaje? De pronto creo que mi estructuración está mal. En mi universo interno o en el tuyo falla un circuito importante: la comunicación entre el narrador y el lector. No sé si se llega a interpretar algo. No sé si han interpretado la estupidez o creo que fue perplejidad. 

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